El vino de Mallorca ha experimentado un resurgimiento moderno, destacado por sus variedades autóctonas como Manto Negro, Callet y Prensal Blanc, que han sobrevivido a retos históricos y contribuyen a la identidad única de sus vinos con Denominación de Origen. La isla ha logrado un equilibrio entre tradición e innovación, posicionando sus vinos en el panorama internacional y fomentando una rica experiencia enoturística.
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Historia
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La historia del vino en Mallorca comienza con los romanos y se desarrolla a lo largo de los siglos, a pesar de un periodo de decadencia durante la dominación islámica. Tras la reconquista cristiana, la viticultura resurgió y, durante la Edad Media, el vino mallorquín floreció hasta alcanzar una época dorada de exportación, especialmente a los países mediterráneos y a América. Durante este periodo se desarrollaron variedades autóctonas como la Manto Negro y la Callet, junto con otras importadas que se adaptaron bien al clima y al suelo.
El siglo XIX trajo consigo la filoxera, una plaga que devastó gran parte de los viñedos europeos, y Mallorca no fue una excepción. Este desastre tuvo un efecto duradero en la industria vinícola de la isla, que tardó décadas en recuperarse.
El renacimiento del vino mallorquín en el siglo XX marcó un giro hacia la calidad y la innovación, apostando por las variedades autóctonas y las técnicas modernas. Hoy, Mallorca es conocida por sus vinos con Denominación de Origen y ha logrado un equilibrio entre modernidad y tradición, que ha posicionado sus vinos en el reconocimiento internacional y enriquecido la oferta enoturística de la isla.
Manto Negro, Callet, Fogoneu, Gorgollasa, Prensal Blanc y Giró Ros son algunas de estas variedades que aportan características únicas a los vinos de Mallorca.
La historia del vino en Mallorca está estrechamente ligada a sus variedades autóctonas, verdaderos tesoros enológicos que han sobrevivido a desafíos como la filoxera y que han sido rescatados y potenciados en el renacimiento vinícola de la isla. Manto Negro, Callet, Fogoneu, Gorgollasa, Prensal Blanc y Giró Ros son algunas de estas variedades que aportan características únicas a los vinos de Mallorca.
La Manto Negro destaca por vinos de buena graduación con aromas afrutados y florales, mientras que la Callet, superviviente de la filoxera, produce vinos de baja graduación y aroma peculiar. La Fogoneu aporta elegancia y combina bien con variedades foráneas, y la Gorgollasa, casi extinguida en el pasado, ofrece vinos ligeros y afrutados. La Prensal Blanc, o Moll, crea vinos estructurados y agradables, y la Giró Ros, casi olvidada y ahora recuperada, da lugar a vinos de gran calidad y graduación.
El vino mallorquín, marcado por la tradición y la innovación, ha logrado un equilibrio que lo ha posicionado en el reconocimiento internacional, con vinos que reflejan la identidad de la isla y una oferta enoturística que atrae a aficionados de todo el mundo.
El vino mallorquín está envuelto en tradiciones y prácticas peculiares que hablan de su rica historia vitivinícola.
Está documentado que, ya en el siglo V, se enviaban vinos mallorquines a Roma y se dice que se regalaban a los emperadores, lo que refleja su prestigio en la antigüedad.
Aunque la plaga de la filoxera afectó gravemente a las vides europeas en el siglo XIX, algunas variedades autóctonas mallorquinas resistieron, lo que permitió a la isla mantener un patrimonio vitivinícola casi único.
Inspiradas por la naturaleza isleña, las bodegas mallorquinas han explorado la crianza de los vinos bajo el mar Mediterráneo, lo que aporta características especiales al envejecimiento y al sabor del vino.
La vendimia se celebra a lo grande en Mallorca con la Festa des Vermar en Binissalem, donde tradiciones como la batalla de uvas y el pisado de la uva se convierten en un espectáculo para locales y visitantes.
Hasta no hace mucho, era habitual que las bodegas mallorquinas anunciaran la venta de vino nuevo colocando una rama de pino verde sobre su puerta. Cuando la rama se secaba, indicaba que el vino de su interior también estaba en proceso de maduración, una práctica tradicional que relacionaba el paso del tiempo con el envejecimiento del vino.
El enoturismo en la isla invita a descubrir antiguas bodegas y viñedos con vistas a la imponente Sierra de Tramuntana, una combinación de historia y belleza natural.
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